CONFERENCIA
Julio Cortázar y el jazz
—Julio 12 de 2007—
“Algunos de sus cronopios preferidos” - Ilustración por Virginia Grecco
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Con la participación de Mauricio Correa Vásquez (Medellín, 1959), realizador de los programas radiales “Fusión” y “Jazz/Blues” en la Emisora Cultural de la Universidad de Antioquia (1980’s), así como “Toma alterna” para la emisora UN Radio de la Universidad Nacional, sede Medellín (2001). Se ha desempeñado como administrador de la Cinemateca Subterráneo (1979 - 1980) y del bar Trío Jazz Café en Sabaneta, y como programador musical en el Bodegón del Parque (Medellín, 2004), el Eslabón Prendido (Medellín, 2005) y El Bar (Sabaneta, 2005). En compañía de Mauricio Vélez ofreció un ciclo de 5 conferencias sobre Louis Armstrong en Comfenalco (2001), y en el Centro Colombo Americano habló sobre “El jazz o la reafirmación del individuo para la cultura” (2002) y “100 años de jazz” (2006). Actualmente trabaja como editor y también como programador musical en el Bar-Galería 10-36.
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“Detrás de Louis vienen los chicos de la orquesta, y ahí está Trummy Young que toca el trombón como si sostuviera en los brazos una mujer desnuda y de miel, y Arvel Shaw que toca el contrabajo como si sostuviera en los brazos una mujer desnuda y de sombra, y Cozy Cole que se cierne sobre la batería como el marqués de Sade sobre los traseros de ocho mujeres desnudas y fustigadas, y luego vienen otros dos músicos de cuyos nombres no quiero acordarme y que están ahí yo creo que por un error del empresario o porque Louis los encontró debajo del Pont Neuf y les vio cara de hambre, y además uno de ellos se llama Napoleón y eso es un argumento irresistible para un cronopio tan enormísimo como Louis.
Para esto ya se ha desencadenado el Apocalipsis, porque Louis no hace más que levantar su espada de oro, y la primera frase de When it’s Sleepy Time Down South cae sobre la gente como una caricia de leopardo. De la trompeta de Louis la música sale como las cintas habladas de las bocas de los santos primitivos, en el aire se dibuja su caliente escritura amarilla, y detrás de esa primera señal se desencadena Muskat Ramble y nosotros en las plateas nos agarramos todo lo que tenemos agarrable, y además lo de los vecinos, con lo cual la sala parece una vasta sociedad de pulpos enloquecidos y en el medio está Louis con los ojos en blanco detrás de su trompeta, con su pañuelo flotando en una continua despedida de algo que no se sabe lo que es, como si Louis necesitara decirle todo el tiempo adiós a esa música que crea y que se deshace en el instante, como si supiera el precio terrible de esa maravillosa libertad que es la suya. Por supuesto que a cada coro, cuando Louis riza el rizo de su última frase y la cinta de oro se corta como con una tijera fulgurante, los cronopios del escenario saltan varios metros en todas direcciones, mientras los cronopios de la sala se agitan entusiasmados en sus plateas, y los famas llegados al concierto por error o porque había que ir o porque cuesta caro, se miran entre ellos con un aire estudiadamente amable, pero naturalmente no han entendido nada, les duele la cabeza de manera horrorosa, y en general quisieran estar en sus casas escuchando la buena música recomendada y explicada por los buenos locutores.
Una cosa digna de tenerse en cuenta es que además de la inmensa montaña de aplausos que caen sobre Louis apenas ha terminado su coro, el mismo Louis se apresura a mostrarse visiblemente encantado de sí mismo, se ríe con su grandísima dentadura, agita el pañuelo y va y viene por el escenario, cambiando frases de contento con sus músicos y en un todo satisfecho de lo que está pasando. Luego aprovecha que Trymmy Young ha enarbolado su trombón y está produciendo una fenomenal descarga de sonido concentrado en masas ametrallantes y resbalantes, para secarse cuidadosamente la cara con su pañuelo, y junto con la cara el pescuezo y yo creo que hasta el interior de los ojos, a juzgar por la forma en que se los restriega. A esta altura de las cosas vamos descubriendo los adminículos que se trae Louis para estar como en su casa en el escenario y divertirse a gusto. Por lo pronto aprovecha la plataforma donde Cozy Cole semejante a Zeus profiere rayos y centellas en cantidades sobrenaturales, para guardar una pila formada por una docena de pañuelos blancos que va tomando uno a uno a medida que el anterior se convierte en sopa. Pero naturalmente todo ese sudor sale de alguna parte, y a los pocos minutos Louis siente que se está deshidratando, de modo que aprovecha de un terrible cuerpo a cuerpo amoroso de Arvel Shaw con su dama morena para sacar de la plataforma de Zeus un extraordinario y misterioso vaso rojo, angosto y altísimo, que parece un cubilete de dados o el recipiente del Santo Grial, y beber de él un líquido que provoca las más variadas dudas e hipótesis por parte de los cronopios asistentes”.
Julio Cortázar,
“Louis, enormísimo cronopio”
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“Una última pregunta: ¿crees que el jazz ha influido en tu obra? —Sí, mucho. Me enseñó cierto swing que está en mi estilo e intento escribir mis cuentos un poco como el músico de jazz enfrenta un take, con la misma espontaneidad de la improvisación”.
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El arma secreta de Cortázar: acerca del jazz y Rayuela
Por Ezio Neyra Magagna
En El argentino que se hizo querer de todos, Gabriel García Márquez refiere un viaje en tren de París a Praga junto a Carlos Fuentes y Julio Cortázar. Cuenta García Márquez que, cercana ya la hora de dormir, se le ocurrió a Fuentes preguntarle a Cortázar cómo, en qué momento y por iniciativa de quién se había introducido el piano en la orquesta de jazz. La pregunta, desde luego, era fortuita y solo pretendía una respuesta ligera: una fecha y un nombre eran suficientes. Sin embargo, escribe García Márquez, “la respuesta de Cortázar fue una cátedra deslumbrante que se prolongó hasta el amanecer”.
Para nadie es un secreto que el escritor argentino gustaba del jazz por sobre el resto de géneros musicales. Pero el jazz en Cortázar no fue un gusto que se mantuvo al margen de su obra literaria: novelas y cuentos suyos se encuentran llenos de fragmentos en los que pareciera haber tomado como modelo al género nacido en la Nueva Orleans del siglo XIX.
Respecto de su gusto por esta apuesta musical, Cortázar afirmó que “su importancia se encuentra en la manera en que puede salirse de sí misma... permitiendo todos los estilos, ofreciendo todas las posibilidades, cada uno buscando su vía. Desde ese punto de vista está probada la riqueza infinita del jazz; la riqueza de la creación espontánea, total... cada músico crea su obra, es decir que no hay un intermediario, no existe la mediación de un intérprete... la improvisación, una creación que no está sometida a un discurso lógico y preestablecido sino que nace de las profundidades...”.
La clave en este comentario se encuentra en el hecho de que el jazz, según Cortázar, permite a sus intérpretes liberarse de los academicismos y entregarse por completo, a través de la improvisación, a la búsqueda de las voces más profundas e interiores, creando construcciones que no están regidas por discursos lógicos preestablecidos. Cabe preguntarse entonces si esto último no es aplicable también a la propia obra narrativa del autor de Historia de Cronopios y de Famas. ¿Acaso no es cierto que la narrativa de Cortázar se caracteriza por la creación espontánea? ¿No es cierto también que la improvisación y la crítica a las tradiciones literarias sudamericanas son otras de las particularidades más saltantes del escritor de Rayuela?
En varios fragmentos de Rayuela, sin duda la obra cumbre de Cortázar, pueden encontrarse incontables referencias al jazz: Jelly Roll toca el piano y marca el compás con el zapato o personajes que escuchan discos, comentan la música y conversan entre el humo y el jazz. Sin embargo, no solo funciona como tópico de conversación sino que va mucho más allá: el jazz en Rayuela influye en la acción y le da sentido a la misma.
No es casualidad que Julio Cortázar haya elegido este estilo musical como el eje de partida a través del cual los personajes de Rayuela cuestionan su propia existencia. Y es mucho menos casual que buena parte de sus comportamientos contestatarios sean similares a los que tuvieron los precursores del Bebop respecto de la tradición musical que imperaba hasta su llegada al panorama musical.
Si nos remontamos a los orígenes del jazz, es posible afirmar que tanto los personajes de Rayuela como los precursores de este ritmo se caracterizan por su marginalidad del sistema hegemónico y por su esfuerzo por crear códigos nuevos que pudieran ser alternativos a la cultura imperante. Recordemos que el jazz es el fenómeno musical que surgió con la llegada del negro a los Estados Unidos y que, en sus inicios, fue la música de un pueblo que se encontraba en proceso de arraigamiento en una cultura desconocida y ajena, de tal manera que se convirtió en la música de la gente marginada por el sistema imperante.
El contexto en que se desenvuelven los personajes de Rayuela no es otro que el del nacimiento del Bebop, corriente del jazz surgida en los años 50 cuya búsqueda más importante fue la improvisación pura. Los precursores del Bebop no solo revolucionaron el jazz, sino que también dieron origen a los “boppers”, quienes se sentían ajenos a la industria musical y a la sociedad. Lo demostraban a través de su manera de vestir, la cual dejaba ver claramente su oposición a los cánones preestablecidos. Basta con señalar, entre otros, a Charlie Parker, acaso el “bopper” por antonomasia.
Resulta curioso que buena parte de los músicos originarios del Bebop hayan tenido como idea revolucionar el jazz luego de haber recorrido exitosamente varias orquestas y estando cansados de tocar los mismos arreglos y patrones musicales. La revolución de los “boppers” se hizo con conocimiento de causa, ya que ellos conocían al dedillo las notas que venían repitiéndose desde la década de 1920. Sin embargo, su revolución no fue fácil. Algunos críticos, como el francés Hugues Pannassié, afirmaron que el Bebop no podía considerarse dentro de la tradición del jazz. Felizmente, juicios como este han quedado en el olvido y hasta ahora es el Bebop el que sigue dominando la vanguardia del jazz. Hoy en día se valora el hecho de que su revolución consistiera en cuestionar los ritmos académicos establecidos; en volver a bautizar al jazz, en resumen. De esta manera, la revolución del jazz emprendida por los “boppers” se trata de una que cuestionó la propia esencia de este género y que buscó maneras alternativas y más puras de entender y llevar a la práctica este estilo musical.
En un nivel general, Cortázar como los propios “boppers” invitaron a terminar con una época que no los satisfacía más. Con Rayuela, el escritor argentino dio un importante paso para superar una tradición literaria sudamericana que, en sus propias palabras, había respondido siempre a nuestros propios complejos de inferioridad. En un nivel particular, tanto los temas tratados en Rayuela como las maneras de vivir y pensar de sus personajes son esfuerzos por romper con las normas del pensamiento de la cultura occidental, tratando de descubrir maneras alternativas para interpretar el mundo. El jazz en Rayuela es quizá la vértebra más importante desde la cual Cortázar construyó las maneras de pensar, sentir y obrar de sus personajes y de su propia idea de la literatura.
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